10 oct 2009
Angel
Titulo: Angel
Autor: Lucy
Pareja: JaeSu
Te bastó sólo una mirada para amarlo. Con su traje impecablemente blanco y su sonrisa radiante, creíste que realmente era un ángel quien salía de la iglesia, temprano ese domingo. En silencio lo observaste hablar con el sacerdote, mientras más gente se reunía fuera del templo, frente a la cafetería en la que te encontrabas.
Tomando un sorbo de tu café seguiste mirándolo, fascinado por ese joven de blanco traje y hermosa sonrisa que había salido del culto del domingo.
No pudiste evitar una sonrisa amarga ante la ironía de la situación. ¿Qué pensaría ese desconocido si te viera en esos momentos? ¿Sentiría lástima, repulsión? ¿Se daría cuenta, por el aspecto de tu ropa y el olor a alcohol que emanaba de tu cuerpo que pasaste la noche en uno de esos clubes de mala muerte, donde la gente va a emborracharse y tener sexo descaradamente? ¿Te juzgaría por tu apariencia se molestaría en saber algo más de ti?
Con curiosidad viste como el chico se despedía de un grupo de señoras antes de cruzar la calle y caminar directo a la puerta de la cafetería. Tu corazón comenzó a latir fuerte, y de pronto te sentiste muy pequeño, demasiado insignificante.
El ángel entró al local, pidió un jugo e el mesón y luego se sentó en una mesa frente a la tuya. Ahora, más de cerca, podías apreciar realmente cada detalle de su rostro, y fascinarte más con su sonrisa. Llevaba el cabello corto pulcramente, la camisa bien planchada, la sonrisa perfecta. Sus ojos miraban distraídamente por la ventana, y no supiste si fue un efecto de la luz, o si realmente viste un tinte de melancolía en su mirada.
Él aún no se había dado cuenta de tu presencia, o si lo había hecho, entonces decidió solo ignorarte. Después de todo, vistiendo enteramente de negro y sentado en el rincón más oscuro de la cafetería eras fácil de ignorar.
Después de unos minutos de observarlo, decidiste terminar tu café y levantarte a pagar la cuenta. Estabas levantándote de la mesa cuando él finalmente fijó su mirada en ti, y por una fracción de segundo viste en sus ojos interés. Pero sólo duró por un segundo, pues luego él volvía a mirar por la ventana, como lejos del mundo.
Lentamente te acercaste a pagar la cuenta, y saliste de la cafetería. Antes de caminar calle abajo te volteaste a ver cómo el chico tomaba tranquilamente su jugo.
♥♥♥♥♥
La semana siguiente, a la misma hora, estabas de nuevo en la cafetería, con tu ropa negra habitual, pero ésta vez no había rastros de alcohol en ella, ni en tu aliento.
Con paciencia –algo que te faltaba la mayoría de las veces- esperaste que el culto terminara, y al menos verlo salir de la iglesia. Si tenías mucha suerte él vendría a tomar un jugo de nuevo.
Pasaron los minutos, la gente comenzó a salir del templo, pero por más que esperabas, él no aparecía.
‘Tal vez ya salió y no lo noté’ , pensaste, pero pronto desechaste la idea, pues definitivamente este chico no era alguien fácil de ignorar.
Decidido, saliste de la cafetería luego de haber pagado la cuenta por tu café, y cruzaste la calle, dirigiendo tus pasos a ese lugar desconocido para ti. No quedaba mucha gente en la entrada, así que no recibiste tantas miradas reprobatorias por tu atuendo inapropiado para entrar en casa de Dios; a paso firme llegaste al interior de la iglesia, enfrentándote a un montón de bancos alineados perfectamente por todo el lugar, solo dejando entre filas un pequeño pasillo para que la gente llegara al altar.
Tus ojos vagaron por el recinto hasta toparse con la figura del joven arrodillado en uno de los primeros bancos, al parecer rezando. Un loco impulso te llevó hasta su lugar, y a pesar de que sentías que te había visto, seguía rezando tranquilamente, absorto en su mundo.
Sin saber qué más hacer –no tenías un plan, en primer lugar- te pusiste a caminar por alrededor, viendo los cuadros en las paredes, y esos resplandores extraños que había en el lugar, producto de los tragaluces de colores. No entendías como un joven como tú (supusiste que él tenía tu edad, quizá un poco menor, 17 o 18) podía gustar de pasar su tiempo en ese lugar, un domingo en la mañana, adonde asistía mayoritariamente gente mayor, a escuchar a un sacerdote hablar del pecado por más de una hora… No, realmente no entendía cómo a un joven podía agradarle venir ahí.
Podías entender a jóvenes como tú, que buscaban la diversión y un poco de cariño, aunque fuera por una noche…
Caminaste unos pasos de nuevo hacia el altar, y notaste como el chico seguía ignorando tu presencia. Ridículo, te sentías realmente ridículo en ese lugar, esperando que u chico te mirara. Un sólo chico, sabiendo que esa misma noche en un club podrías tener a quien quisieras, sin perseguir a nadie.
Mordiéndote el labio inferior te volteaste hacia la salida y comenzaste a caminar, decidido, intentando no darle importancia al asunto. Fingiendo que ese ser que se quedaba a tus espaldas no te había cautivado ni un poco. Pretendiendo que al salir de la iglesia, quizás un par de minutos –horas, días, semanas…- más tarde, podrías olvidar su sonrisa y ese tinte de melancolía en su mirada.
Una vez fuera de templo, te quedaste mirando alrededor, sin saber muy bien qué hacer. Nunca habías sentido así por alguien, nunca alguien te había interesado tanto como para seguirlo. Nunca la imagen de alguien se había quedado en tu memoria por tanto tiempo, aún habiéndolo visto un par de veces…
Sólo pasaron unos minutos antes que sintieras pasos detrás de ti, y luego una mano en tu brazo. Te volteaste rápidamente y, sí, hay estaba él, tan blanco y radiante como siempre, pero nuevamente algo había en sus ojos. Algo que te consumía, como si esa mirada quisiera decirte algo, hacerte sentir algo, y no pudieras descifrar qué.
“Disculpa… ¿puedes decirme qué hora es?” su voz era más tierna y suave de lo que esperabas, y a pesar de que no tenías reloj, algo en tu interior te gritaba que probablemente a él no le interesaba saber la hora.
Algo en tu interior quería que así fuera.
Su mano seguía en tu brazo, y cuando fue conciente de esto, la deslizó suavemente hacia abajo, hasta volver a su posición al lado de su cuerpo. La piel que su mano había tocado ardía.
Le estabas mirando ansiosamente, hambrientamente, y no estabas seguro si él se daba cuenta de esto. Sin embargo, tu corazón se aceleró cuando notaste que te devolvía una mirada con dejos de esos mismos sentimientos, y en el fondo, de nuevo esa tristeza que hacía que su mirada fuera especial.
Por un momento creíste que tus ojos te engañaban, no querías equivocarte con este chico, pero luego, pensando en que realmente no tenías nada que perder, pues de todas maneras tu vida diaria era un completo riesgo, dijiste las palabras que pugnaban por salir de tu boca.
“Quieres venir conmigo a mi departamento?”
♥♥♥♥♥
No supiste realmente cómo, pero veinte minutos después luchabas pro encontrar la llave correcta a tu departamento, mientras el chico –JunSu, le preguntaste de camino- esperaba pacientemente, mirando alrededor.
En tu cabeza te preguntabas cómo, por qué había aceptado venir contigo. Tal vez era demasiado inocente como para descubrir la clara indirecta de ‘Vamos a tener sexo’ en tus palabras, o quizás sí había entendido, y aceptado.
Cuando por fin encontraste las llaves y abriste la puerta, ambos pasaron a tu sencillo pero ordenado hogar. Hace un año que vivías solo, así que la privacidad no era problema.
“Umm… Siéntate, voy a traer jugo” le dijiste, algo nervioso, indicándole el sofá. Él sólo sonrió y asintió, dirigiéndose adonde le indicaste.
Un par de minutos más tarde te uniste a él en el sofá, trayendo dos vasos de jugo. Aún pensabas en qué decirle cuando una frase suya te dejó sin palabras.
“No sé como hacer esto… Es mi primera vez…”
Por un momento te quedaste mirando su rostro algo nervioso, y luego pronunciaste la pregunta que te rondaba la cabeza. “¿Por qué aceptaste venir conmigo?
“Por qué me invitaste, en primer lugar?”
Un incómodo silencio siguió a sus palabras. Tu corazón comenzaba a latir más y más fuerte en tu pecho, a cada segundo que pasaba. “Tú sabes por qué te invité…”
“Y tú sabes por qué vine…” el tono de su voz había bajado de intensidad, a un volumen en que se confundía con tu elaborada respiración.
El brillo en sus ojos ahora era distinto, la melancolía había sido reemplazada por algo diferente, algo que conocías bien. Su mirada era una invitación, y no dudaste en tomarla, acercando tu cuerpo sólo u poco al suyo. Lo suficiente como para poder oler de cerca su aroma. Manzana…
“JaeJoong…” fue un susurro, y ese mismo aliento que usó para llamarte quedó atrapado en tu boca cuando capturaste sus labios en un beso. Podías sentir la torpeza en sus movimientos, y el hecho de que todo esto fuera nuevo para él lo hacía más excitante para ti.
Suavemente tomaste sus manos, que descansaban a ambos lados de su cuerpo, y las posaste sobre tu pecho, incitándolo a que te acariciara, sin importarte que se diera cuenta del frenético latido de tu corazón.
Sus manos, inseguras, bajaron por tu pecho, lentamente, y una oleada de ansiedad se apoderó de tu cuerpo de repente. Por un momento sentiste como si fuera la primera vez que alguien te tocara así.
Subiste una mano a su mejilla, y cuando su palma bajó por sobre tu pezón derecho, un gemido de sorpresa y placer abandonó tus labios, perdiéndose en los suyos; en la palma de tu mano sentiste como su mejilla ardía, sonrojada.
Su respiración chocaba más seguidamente contra tu rostro, y sus manos a vagar más ansiosamente por tu torso. Con la mente nublada por todo lo que estaba pasando –y lo que pasaría después- bajaste tus labios a saborear su cuello, y aunque sabías el efecto que tendría en JunSu, el escalofrío placentero de todas formas arrasó tu cuerpo cuando el chico gimió cerca de tu oído.
Ya con menos trabas tomaste una de sus manos y la llevaste directamente a que acariciara tu entrepierna por sobre tus pantalones, jadeando profusamente cuando sus finos dedos recorrieron toda la extensión de tu semi-despierto miembro.
Sus caricias no eran para nada como las que acostumbrabas a recibir de tus amantes anónimos –nunca lograbas recordar sus nombres, ni lo necesitabas tampoco- pero te encontraste deseando aún más de sus caricias lentas y exploratorias. La suavidad y torpeza con que luchaba contra el cierre de tu pantalón, extrañamente te encantaba.
Cuando por fin logró bajar el dichoso cierre, lo detuviste, y tomaste su mano para llevarlo sin decir ni una palabra a tu habitación.
Sin que tuvieras que decirle nada, JunSu se había recostado sobre tu cama, y a pesar de que aún tenías muchas preguntas que él necesitaba responder, decidiste dejarlas a un lado y concentrarte en la pasión que comenzabas a ver en sus ojos.
Otro día podrían hablar.
Lentamente te posicionaste sobre su cuerpo, no si antes haberle quitado la chaqueta blanca y la camisa, tirándolas a un rincón de la habitación.
Sus labios encontraron tu cuello, y sentiste que te derretías con la forma en que saboreaba tu piel; ya tus gemidos escapaban libres de tu boca, mezclándose con los suyos cuando movías tus caderas para frotar su erección con la tuya.
El chico de pronto posó sus brazos rodeando tu delgada figura, y hundió su rostro en tu cuello. Confundido, esperaste unos segundos hasta que él volvió a mirarte, y de nuevo te quedaste sin habla. Sus ojos estaban llenos de tanto sentimiento indescifrable que era doloroso.
“No quiero olvidar esta noche…” dijo, y te sonó a súplica. Sin saber de dónde había salido tal gesto de tu cuerpo, le besaste tiernamente la frente y luego las dos mejillas, para finalmente dedicarle una de tus pequeñas sonrisas, esperando que hubiera sido respuesta suficiente.
Él retomó la tarea de besar tu cuello, y pronto ambos terminaban de quitarse el resto de ropa de encima. Esperabas que él estuviera avergonzado al estar expuesto frente a ti, pero por el contrario, se mostraba seguro de sí mismo cuando lo llamaste a que se recostara sobre tu cuerpo. Al momento en que tu piel entró en contacto con la suya, dejaste escapar aire que no sabías que estabas reteniendo, y sentiste que todo alrededor se calentaba –¿o era tu propio cuerpo?.
Por momentos que ojalá hubieran sido décadas, pero que si lo fueron nunca serían suficientes, tus manos vagaron por su cuerpo, acariciando, complaciendo, explorando y descubriendo qué puntos eran más sensibles que otros. JunSu tratando de estabilizar su respiración era lo más sexy que hubieras visto en toda tu vida, y pronto te encontraste perdiendo el control de tus acciones, solo llevado por el deseo.
Una sutil capa de sudor comenzó a cubrir sus cuerpos, y esa sensación de piel afiebrada contra la tuya hacía tu mente nublarse. Estabas moviendo tus caderas circularmente, aplicando un poco de presión contra las suyas para aliviar un poco el deseo de ambos, y ya JunSu gemía desesperado, aun cuando recién habían comenzado.
Con un poco de dificultad te separaste de él, y te arrodillaste a su lado en la cama. Él mantenía los ojos cerrados, las mejillas rojas y los labios entreabiertos inhalando y exhalando agitadamente. Con un poco de ayuda le hiciste sentarse, y una vez más acercando tu cuerpo al suyo, llevaste tu mano a su abdomen. Casi podías sentir el deseo que ardía en su piel, la necesidad que lo tocases. JunSu apoyó su frente sobre tu hombro mientras tu mano bajaba más por su abdomen, y sentías su cuerpo tensarse. Tu propio miembro goteaba pre-semen sobre las sábanas.
Tímidamente él tomó tu erección con una mano, y dudando un poco, comenzó a bombearla, acariciarla despacio, como una lenta y deliciosa tortura.
“Nnn… JunSu…” le susurraste al oído, recibiendo un gemido de respuesta. Las caricias en tu miembro no te dejaban pensar bien, sin embargo lograste ganar suficiente cordura como para guiar una de tus manos a su sexo, para darle placer también. Casi no podías creer que fuera real, que alguien pudiera hacerte sentir que era tu primera vez; sentir que el aire se iba de tus pulmones, que cualquier caricia encendía tu cuerpo como mil llamas.
De alguna manera, momentos más tarde lo tenías sobre tu cuerpo, besándote ardientemente. Con cuidado separaste tus piernas, dejándolo a él entre ellas. Un rubor intenso cubrió la mayor parte de su cara cuado entendió el mensaje, y se separó un poco de ti, esperando.
De un cajón al lado de la cama sacaste un pequeño tubito de lubricante, y luego de esparcir un poco en sus manos y en las tuyas, lo dejaste a un lado. Él te miró, confundido.
“Aplícalo sobre ti” y le apuntaste su miembro. Él asintió, con la mirada aún nublada de deseo, y comenzó a hacer como le dijiste. Mientras, con la seguridad que da la costumbre, llevaste tus dedos a tu entrada, para prepararte.
JunSu jadeaba al observar como tres de tus dedos se perdían en tu interior, y momentos después, sin que tuvieras que decirle nada, JunSu ya estaba posicionado entre tus piernas, mirándote con súplica. Tú asentiste, y entonces sentiste como la punta de su miembro rozaba tu piel. Desde tu posición podías apreciar el bien formado cuerpo del chico, y la tierna mirada de concentración que tenía en esos momentos.
De a poco comenzó a introducirse en ti, y dado que su miembro era mucho más voluminoso que tres de tus dedos, no pudiste evitar que un jadeo de sorpresa y un poco de dolor saliera de tus labios, su mirada se posó en ti, preocupada, y tú solo le sonreíste para borrar la preocupación de sus ojos. Él estaba siendo muy gentil contigo, penetrándote lentamente para asegurarse de que estuvieras bien, a pesar de que podías ver que estaba intentando con todas sus fuerzas mantener el control de su cuerpo debido al inmenso placer que estaba sintiendo.
Luego de unos minutos, le dijiste que continuara, y él esperó verte a los ojos para obedecer y comenzar a moverse dentro de ti, creando una fricción exquisita. Solo en un principio tuviste que guiarlo un poco sobre como moverse, para luego tener que morderte los labios para no gemir demasiado fuerte. Sus movimientos te estaban volviendo loco.
Su rostro, con los ojos cerrados y jadeando profusamente, se escondió cerca de tu cuello a medida que aumentaba la velocidad y la fuerza, y tus brazos rodearon su cuerpo, perlado por el sudor. Cerca de tu oído, el chico no podía dejar de susurrar tu nombre, desesperado, y depositar pequeños besos en tu cuello. Tú no podías pensar, menos aún cuando la punta de su miembro comenzó a arremeter contra tu próstata, haciéndote ver estrellas.
Lo abrazaste más fuerte contra tu cuerpo, sintiendo sus labios contra tu piel, y comenzaste a sentir tu orgasmo cerca…
Los gemidos ahogados salían libres de tu boca, mezclándose con los suyos.
Y cuado JunSu mordió desesperadamente tu hombro, lo sentiste liberar su semen en tu interior, aún moviéndose dentro de ti; el sólo hecho de escucharlo terminar casi te hace irte también. Con él aún jadeando sobre tu cuerpo, tomaste tu propio miembro para acariciarlo, y solo te bastó un momento para terminar también, manchando tu mano y los estómagos de ambos.
No supiste en qué momento él se había levantado para buscar algo con que limpiarlos a los dos; solo supiste que un par de minutos después, él dormía con la cabeza recostada sobre tu pecho, y tus brazos rodeando su cuerpo.
Con las últimas fuerzas que te quedaban antes de dormir, acercaste tus labios a su oído y susurraste, con una ternura que no sabías tener. “Te conozco de hace tan poco, pero ya siento que te amo…”
No supiste si te había respondido algo, o siquiera si te había escuchado, porque pronto el sueño te venció…
♥♥♥♥♥
A la mañana siguiente, cuando despertaste, él ya no estaba a tu lado. Sentiste una oleada de decepción, aunque sabías que JunSu ya no tenía motivos para quedarse.
Sin apuro saliste de tu habitación, y una extraña emoción te invadió cuando lo viste parado cerca de tu ventana, mirando hacia fuera.
“JunSu…?”
Él se volteó, te sonrió, haciendo que tu corazón volviera a golpear desesperado contra tu pecho, y se acercó a ti, con un sobre verde y uno blanco en la mano.
Lo miraste con curiosidad, y él solo sonrió.
“Para ti” dijo, y te entregó ambos papeles. “Cuando me vaya, lee el verde. El sobre blanco sólo puedes leerlo mañana, ok?” sus palabras eran muy serias, y tu no entendías nada. “Por favor?”
Sentiste tu corazón derretirse ante su tono de voz, y asentiste, recibiendo las cartas.
Solo pudiste besarlo un par de veces más antes de que JunSu anunciara que debía irse, pues su familia estaría preocupada por él. Comprensible, pensaste.
En la puerta de tu departamento, te dedicó una última sonrisa cálida antes de despedirse de ti y caminar alejándose.
Ya solo, te dirigiste a tu cama y contemplaste las dos cartas. Nunca fuiste de las personas que gustara de seguir órdenes, pero por alguna razón quisiste hacerle caso, y echándole una ultima mirada al sobre blanco, lo guardaste en tu mesita de noche, para voltear tu curiosidad al sobre verde.
La letra con la que había escrito parecía apresurada, un poco caótica, pero no incomprensible.
‘JaeJoong:
Lo primero que quiero decirte es ‘gracias’. Desde que te vi, algo me dijo que eras diferente a lo que mostrabas al exterior, y no me equivoqué.
Gracias por permitirme conocerte.
Tal vez te tome por sorpresa, pero tengo muchas ganas de decirte que te amo. Puede sonar estúpido, pero nadie me había hecho sentir así, y sólo podría catalogarlo como amor. Jaejoongie…te amo, mil veces te amo!
No se qué más decirte, espero verte pronto! ♥
P.D: No ocultes la hermosa sonrisa que tienes!
-JunSu- ’
Una sonrisa gigante se formó en tu rostro al terminar de leer la carta, y la observaste unos segundos más antes de volver a guardarla. Ahora más que nunca deseabas que fuera domingo de nuevo, y poder verlo…
♥♥♥♥♥
A pesar de que te sentías con menos ánimo que de costumbre, no lograbas conciliar el sueño. Desde que JunSu se había ido, sólo habías vagado por tu departamento, haciendo nada, pensando en la noche anterior y en volver a verlo. Ahora, cuando eran cerca de las 3 de la mañana, no podías dormir.
Con mirada aburrida observaste a tu izquierda, y con decisión sacaste la carta del cajón. Técnicamente, eran las 3 de la mañana del día siguiente, ¿o no? Sonreíste.
Con cuidado rompiste un costado del sobre para poder extraer la carta, y notaste que tenía la misma letra algo temblorosa de la carta anterior. Una sonrisa se formó en tus labios al recordar su sonrisa al despedirse de ti. Con toda seguridad el próximo domingo estarías ahí mismo, esperando verlo aunque sea un segundo…
Te acomodaste de nuevo en tu cama, y sin que la sonrisa desapareciera de tus labios, comenzaste a leer su carta.
‘JaeJoong- ah…
Espero que me hayas hecho caso y hayas leído la otra carta primero. Si?
Hay tantas cosas que quiero decirte en este momento, mientras duermes cerca de mí. veo tu rostro tranquilo, y deseo que me traspases un poco de esa tranquilidad; me hace falta ahora…
Al principio pensé en sólo irme, y no decirte nada, no escribirte nada. Pese que así sería mejor. Pero mi corazón aún late tan acelerado al pensar en lo que dijiste ayer… No sé si de verdad lo sentías, pero de todas maneras gracias por decirlo. ‘te conozco de hace tan poco, pero ya siento que te amo’ también para ti.
Como te decía, pensé en no escribirte nada, pero no pude aceptar la idea de que si no lo hacía nunca sabrías que desde que te vi ese día en la cafetería que no podía olvidarte. Nuca sabrías que te convertiste en el primer amor de mi ida –por más infantil y estúpido que suene. Y nunca sabrías que soy una persona muy egoísta… pero no me arrepentiré.
Presiento que no querrás que me vaya, pero si estás leyendo esto es por que ya no estoy contigo. Es extraño pensar que me marcharé teniéndote a mi lado ahora, durmiendo pacíficamente.
Ahora, JaeJoong, quiero que me hagas caso en una última cosa y quemes esta carta.
Puede que en un futuro me olvides, así que preferiría que te quedaras con el recuerdo mío que dejo en la primera carta que leíste.
Espero que lo hagas…
-JunSu-’
Al terminar de leer, no pudiste evitar esa sensación de que se estaba despidiendo para siempre en esa carta, y un sentimiento de profundo abatimiento inundó tus sentidos. Solo pudiste sentirte mejor cuando te dijiste a ti mismo que el próximo domingo le irías a ver, y te encontrarías con su cara de sorpresa al verte ahí, esperándolo, buscándolo, en un mudo acto que signifique que te importa, que de verdad te importa y quieres amarlo, quieres creer que esto si puede llegar a algo.
♥♥♥♥♥
Ya llevabas un mes yendo al mismo lugar esperando verlo, sin éxito. Empezabas a perder la esperanza cuando decidiste que esperar sentado no te llevaría a ningún lado. Decidido saliste de la cafetería y caminaste afuera de la iglesia, y cuando la gente empezó a salir, te acercaste aun grupo de señoras y, sin darle importancia a la mirada reprobatoria que le daban a tu apariencia, les preguntaste si conocían a JunSu.
Las señoras se quedaron calladas un momento, con una mirada aproblemada.
Al ver que ninguna te contestaba, insististe. “Necesito verlo”
Una de ellas, compadeciéndote de tu tono suplicante, asintió.
♥♥♥♥♥
Aún no lo podías creer –no lo querías creer- cuando entraste por los pasillos impecablemente blancos, siguiendo a la mujer que amablemente se había ofrecido a llevarte a ver a JunSu.
A pesar de que sabías que pronto lo verías luego de 1 mes, no podías sentirte feliz. Estabas preocupado, nervioso. Tu corazón se apretaba cada vez más.
Un paso, otro, otro… tus pies solo te llevaban, pues tu mente estaba en otro lado. Estaba con JunSu, esa noche, sosteniéndolo firme en tus brazos.
Sin darte cuenta estabas frente a una puerta, y la señora te dijo que pasaras. Una lágrima cayó por tu mejilla a momento en que visualizaste su cuerpo, delgadísimo, postrado en una cama. Una cantidad dolorosa, insoportable de tubos lo conectaban a distintas máquinas, y tu no entendías nada, tu mente daba vueltas; querías cerrar los ojos y que todo fuera un mal sueño.
Desesperado miraste atrás, a la mujer, pero ella ya no se veía por ninguna parte. Estabas solo con él.
Con voz temblorosa pronunciaste su nombre, y aunque no esperabas que lo escuchara, JunSu abrió lentamente los ojos, y te miró con una mezcla de sorpresa y amargura.
Con una mano pálida sacó el tubo que le impedía hablar y, con una lágrima que caía por su rostro, habló. “No quería que me vieras así…”
“¿De qué hablas, JunSu!? ¿Qué pasa…?” no querías levantar la voz, pero estabas desesperado. Tu corazón golpeaba dolorosamente contra tu pecho.
“Voy a morir…”
No querías que dijera eso, pero sentías que era verdad. Y no querías creerlo. Te acercaste más a él y tomaste su mano, y el sonrió, débil pero hermosamente.
“Te dije que quería que te quedaras con el recuerdo mío de la carta que dejé…”
“Tonto…” y las lágrimas comenzaron a caer furiosamente de tus ojos. “Yo también… te amo…”
él acarició tu cabello llorando en silencio, mientras tú llorabas desamparadamente a los pies de su cama…
♥♥♥♥♥
Ya casi un año había pasado desde su muerte, y aún ahora no podías dejar de culparte por no haberle preguntado nada esa misma noche, por haber dejado la conversación para otro día –un día que nuca llegó. Aun no te perdonabas no haber visto en sus ojos que quería saber lo que era amar antes de morir.
La carta que te dio –la que te dijo que guardaras- aun permanecía en tu mesita de noche.
Nunca supiste su apellido, ni donde vivía, o si tenía familia. No supiste por qué te eligió a ti, y sólo pudiste experimentar la mínima parte de su dolor en sus últimos días, sujetando su mano, susurrándole suaves palabras mientras la vida se iba de su cuerpo.
Si supiste su nombre por supuesto –aun lo gemías y llorabas en las noches- pero a pesar de eso…
…a pesar de eso siempre lo recordarías como tu ángel, el que te salvó en todas las formas en que alguien puede ser salvado, y lo más importante.
Quien te enseñó a amar.
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